Yo no elegi ni el día, ni el mes ni el lugar en el que apareciste. Tampoco elegí tu risa tan bonita, ni que me mires asi, con esos ojos que me lo dicen todo.
No he elegido tampoco los cabreos, ni los abrazos, ni los besos, ni desear tenerte aquí todos los días, al despertarme y al dormirme.
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